Es bien conocida por todo aficionado a la animación japonesa (y, por desgracia para ellos, por algunos no aficionados también) cierta predilección especial por el uso de tentáculos en las escenas, hmmm, digamos, subidas de tono. Éste es un tema que, a pesar de haber sido ya tratado por otros historiadores, como Muñoz et. al., desde La Isla de los Monstruos pensamos que no ha recibido el estudio que se merece. Múltiples disciplinas del saber, como la antropología o la anatomía podrían adquirir valiosos conocimientos del estudio de este fenómeno.
Sin embargo, dejaremos (por el momento) dichos temas a parte, y nos centraremos en nuestra especialidad: la historia. Para poder entender el tentáculo, primero hay que estudiar sus orígenes, comprender cómo ha llegado ser. La mayoría de los estudios coinciden en situar el origen de los tentáculos en la prohibición por las leyes japonesas del uso de genitales reales en las escenas de sexo, actuando los tentáculos como sustituto.
Pero nada más lejos de la realidad. En La Isla de los Monstruos, tras un conciencudo proceso de investigación, hemos encontrado la auténtica raíz del fenómeno. Sin embargo, dado que la documentación gráfica que se adjunta, a pesar de haber sido ligeramente censurada, podría herir las sensibilidades de algún lector (mejor dicho, de el único lector que tenemos), ésta se encuentra tras el salto. Hagan click bajo su propia responsabilidad.
¿Listos? De acuerdo, proseguimos. Los escalofriantes resultados de nuestra investigación muestran que este fenómeno es mucho más antiguo de lo que podíamos imaginar. Hemos logrado trazar la primera representación de un encuentro sexual entre tentáculo y hembra humana al año 1820, estando presentes en un grabado en madera titulado El Sueño de la Mujer del Pescador. Esta obra pertenece al estilo ukiyo-e y está atribuida a Hokusai. Sí, el autor de esta famosa ola.
Los lectores más avezados notarán que no he censurado esta obra. Al fin y al cabo, es arte, ¿no? Sin embargo, me he visto en la obligación de sí hacerlo con una imagen de la que probablemente sea la obra animada más famosa que trata el tema que nos ocupa: Urotsukidoji.
¿Podría ser esta obra no una simple creación pornográfica encaminada a fomentar el onanismo entre depravados nipones? Quiza sea arte, sólo que mal entendida.
Es más, atrevámonos a ir un paso más allá. Las sensibilidades artísticas que el dibujo, o incluso la animación pueden transmitir, también pueden hacerlo auténticos seres humanos a través del cine. Y, como es lógico, tal posibilidad no podía sino ser explorada: Urutsujidoi, Live Action:
¿Y qué podemos concluir de este estudio? Nada más y nada menos que la escalofriante realidad: Los japoneses poseen una sensibilidad artística a años luz de nuestras pobres expresiones occidentales.
Deberíamos estar avergonzados.
Deberíamos estar avergonzados.
3 cucamonas:
¡Qué asco los últimos tentáculos! ¿Era realmente necesario que tuvieran ese color y textura?
¿Cual de los 3?
Los últimos, of course
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